La propuesta buscó que todos los estudiantes, desde sus respectivos cursos, pudieran relacionar mejor los conceptos teóricos con las técnicas de laboratorio y con los procesos culinarios. De manera específica, esta iniciativa interdisciplinaria buscó desarrollar la competencia de comunicación y de intercambio de conocimientos entre pares de otros niveles y de otras especialidades y propiciar el espacio para que los estudiantes tuvieran un comportamiento reflexivo que les permita tener una visión más completa y global de los problemas que se les plantea a lo largo de su formación.
La experiencia permitió que los estudiantes reflexionaran sobre su aprendizaje, identificaran vínculos entre disciplinas y reconocieran la aplicabilidad práctica de conceptos teóricos. Los comentarios de las y los estudiantes revelaron un descubrimiento genuino del potencial compartido entre la cocina y el laboratorio, y se generaron discusiones profundas que ampliaron el alcance temático más allá de lo previsto. La necesidad de explicar y debatir conceptos con sus pares fortaleció su comprensión, seguridad y capacidad de conectar conocimientos previos con nuevos. En general, la actividad incentivó la motivación, la creatividad y el pensamiento fuera de los marcos tradicionales, abriendo incluso la posibilidad de proponer una futura concentración interdisciplinaria entre química y gastronomía.